Mientras el peso del bolso me pegaba del suelo, trataba de recordar qué había empacado con tanto peso dentro de él, si solo llevaba una muda de ropa a parte de la que traía puesta. El camino interminable ante la vista, me hacía pensar la razón por la que nadie escribía sobre esa parte oscura de la caminata al Roraima. Los famosos puri puri no me atacaron porque no me quité durante los primeros días la franela manga larga y el pantalón, no todos tuvieron la misma suerte, mientras que el peso del bolso parecía incrementar diariamente. Insistía en que escribiría el post que hoy escribo con este mismo título, para hacer honor a ese esfuerzo que todos los que han llegado a la cima del tepuy realizan de forma silenciosa.
Mientras avanzábamos, el equipo sugería qué incluir en el artículo: salen morados en las piernas, no sabemos bien si te golpeas en las piedras pero algunas tenían sus piernas decoradas con pelotitas moradas por todos lados. Otra sugerencia para el blog era la incomodidad de acampar para quien no tiene la costumbre, no es fácil dormir 6 noches en una carpa compartida, mucho menos si llueve y se humedece. Entre una cosa y la otra, durante la caminata algunos compartíamos la felicidad de estar haciendo la ruta con la certeza de no querer repetirla.
Sería errado pensar que íbamos en esa actitud todo el camino, en las largas caminatas siempre nos acompañó una gran sonrisa en la cara al contemplar el paisaje infinito, alimentada por los chistes que nunca faltaban en el equipo. Sin embargo, a veces alguno recordaba que no era tan fácil como esperaba.
El día del ascenso fue mi favorito, subes prácticamente escalando algunas paredes y luego el camino te para justo enfrente del paso de las lágrimas que, desde esa perspectiva, parece una pared húmeda a escalar con el peso del morral a cuestas, me quedé paralizada!! Sorpresa que al acercarte te das cuenta que es una escalera natural que amerita concentración pero no claudicación. Una belleza. En ese momento entiendes que no puedes retroceder ante lo que parece difícil, sino avanzar justo a tu camino para enfrentarte a su realidad, a veces será más fácil de lo que parece, aunque sin importar su nivel de dificultad lo que realmente importa es que ES POSIBLE.
La energía del lugar nos hizo tener a la mayoría pesadillas esa noche sobre la cima, o quizá el esfuerzo físico, no sabremos exactamente. La verdad es que ahora culminado el viaje, no me sale escribir ese artículo sombrío que pretendía redactar, y entiendo perfectamente por qué nadie escribe sobre eso, porque simplemente NO IMPORTA. No importan algunas incomodidades, no importan algunas diferencias, IR AL RORAIMA VALE EL ESFUERZO. Y no se trata solo de la belleza natural que conseguirás en un paisaje que se ha mantenido intacto por millones de años, con especies de plantas y animales endémicas; sino que todo el camino es un aprendizaje para el vivir, es un entrenamiento para asumir la vida desde otra perspectiva y valorar cada paso que des, porque sin importar el peso, sin importar algunas incomodidades y sin considerar algunos sacrificios, simplemente VALE LA PENA VIVIR, vivir de verdad, vivir en intensidad, sinceridad y plenitud.
No puedo hacer un artículo negativo del Roraima, es imposible, porque de hecho volveré a hacer ese recorrido. Simplemente, el camino al Roraima es como el camino de la vida, con dulces y amargos, con bajadas y subidas, con sol y lluvia, con verdes y naranjas, pero siempre con intensidad se sabrá apreciar cada momento, cada detalle, cada encuentro; simplemente hay que prepararse cada vez más para esas caminatas de la vida.
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